Desperté con una alerta sísmica que me asustó tanto, que salí del edificio, antes que mi vecina del primer piso.
Me levanté de la cama y me puse el pantalón como si fuera un bombero. Nadie se quedó dentro, después de la reciente experiencia, nadie dudo en salir.
Definitivamente no podría volver a dormir, así que me fui a bajar el susto con una torta de tamal, es una de las comidas más pesadas que puedas comer, típicas de CDMX, harina más harina, pero eso calmaría mi estómago.
Tarde un buen rato en volver a casa, fue a revisar si necesitaban ayuda en el centro de acopio y luego volví a casa por mi chaleco y unos guantes nuevos, pues ayer regale los otros.
Moví piedra de mano en mano, eso me ha hecho mantener la cabeza en otro lado y pensar en lo duro que es el trabajo de los albañiles, que lo hacen por muchas más horas que nosotros y por pagas irrisorias.
Antes de terminar el “turno” encontraron a alguien vivo, eso es por lo que puedo estar más agradecido este día.
Ayudar poco o mucho, desde lejos o desde aquí, como TOPO o solo pasando piedras, todo cuenta, todo suma y sino hacen todos un poquito, esto no hubiera sucedido jamás. No sé cuántos días más, los estén buscando, pero definitivamente espero que no perdamos la fe hasta que salga el último con vida.
Anoche no morí…